Amarte también en el cansancio

Hay momentos en los que el alma se siente cansada.
Días en los que te levantas con el cuerpo pesado, la mente nublada y el corazón sensible.
Aparentemente todo está bien, pero dentro hay algo que pide pausa, silencio y recogimiento.

No estás retrocediendo ni perdiendo fuerza.
Estás atravesando un tramo profundo del camino, uno de esos en los que la vida te invita a bajar el ritmo para integrar lo que ya has transformado.
El alma también necesita descansar después de cada expansión.

Cuando la mente no entiende lo que el alma está liberando

Nos han enseñado a analizarlo todo: las emociones, los síntomas, los procesos.
Pero hay momentos en los que entender deja de servir.
El alma se mueve en otras coordenadas, en otros tiempos, y lo que para la mente parece confusión o bloqueo, para el alma es limpieza.

Cuando una etapa interna se cierra, el cuerpo lo nota.
Pueden surgir altibajos de ánimo, tristeza sin motivo, cansancio extremo o la sensación de que “algo se apaga”.
No es un fallo ni una recaída, es una limpieza silenciosa.

La energía se reorganiza.
Y cuando eso ocurre, la mente pierde referencias porque el viejo sistema ya no funciona, pero el nuevo todavía no se ha asentado.
Es un espacio intermedio: el umbral entre lo que eras y lo que estás llamada a ser.

El cuerpo como guardián del alma

El cuerpo no es una máquina.
Es un guardián sensible que traduce lo que ocurre en los planos más sutiles.
Cuando el campo energético se mueve, él lo siente antes que tú.

Por eso hay días en los que sientes presión en el pecho, pesadez en los hombros o un agotamiento que no se explica con lógica.
No es enfermedad: es integración.
El cuerpo está acompañando el proceso, ayudándote a liberar densidad y sostener más luz.

La tentación es exigirle rendimiento, seguir el ritmo habitual o buscar soluciones rápidas.
Pero lo que el cuerpo necesita en esos momentos es agradecimiento y cuidado.
Más descanso. Más agua. Más presencia.

El autocuidado no siempre es acción: a veces es permiso.
Permiso para no rendir, para no producir, para no brillar todo el tiempo.
Eso también es espiritualidad.

El amor propio como ternura y no como exigencia

Durante mucho tiempo se nos ha vendido la idea de que el amor propio consiste en superarnos constantemente.
Poner límites, crecer, avanzar, mejorar.
Y sí, eso forma parte. Pero hay una dimensión más profunda: la ternura hacia ti misma.

Amarte no es solo reconocerte en tus logros.
Es poder abrazarte cuando sientes que no puedes más.
Es sostenerte en tu confusión, en tu enfado, en tu tristeza.
Es elegir no juzgarte cuando tu energía baja, sino acompañarte con compasión.

Esa es la madurez del alma: dejar de huir del dolor y aprender a estar contigo mientras pasa.
No necesitas ser perfecta, ni fuerte todo el tiempo.
Necesitas presencia.

El amor propio del alma no exige resultados, exige honestidad.
Y la honestidad comienza cuando puedes mirar lo que duele sin intentar taparlo con frases bonitas o teorías espirituales.

Escuchar el alma en medio del ruido

Hay un punto del camino en el que el análisis se agota.
Ya no puedes resolverte desde la cabeza, porque el alma ha tomado el mando.
Y el alma no grita, susurra.
Habla a través de la intuición, de la sensibilidad, de los pequeños gestos cotidianos que te hacen sentir más viva o más en paz.

Por eso, cuando no sabes qué hacer, la respuesta no está en forzar, sino en detenerte.
Respirar. Escuchar.
La quietud no es pasividad; es receptividad.

En ese silencio, las piezas comienzan a recolocarse.
Y un día, sin esfuerzo, todo vuelve a tener sentido.
La energía fluye, la mirada se aclara y la vida vuelve a moverse, porque tú has dejado espacio para que eso ocurra.

Un recordatorio para tu camino

Si en estos días te sientes más cansada o más sensible, recuerda que no estás estancada: estás integrando.

La expansión no siempre se siente luminosa; a veces pasa por el túnel del silencio y del no saber.
No te exijas tanto.
No te corrijas.
No intentes acelerar lo que necesita madurar.

La vida se está moviendo dentro de ti aunque aún no puedas verlo.
Y cada vez que eliges ternura en lugar de exigencia, la energía se reorganiza.

Amarte también en el cansancio es una forma de rendirte a la sabiduría de tu alma.
Porque cuando te eliges incluso en tus sombras, la luz encuentra el camino de vuelta a ti.

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Pilar @serevolucion5d

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