Cuando el cuerpo siente el cambio de frecuencia

En estos días, el campo electromagnético de la Tierra está atravesando intensas variaciones. Los llamados blackouts del campo Schumann —pausas o saltos en la frecuencia planetaria— provocan un reajuste inmediato en todo lo vivo. No se trata solo de fenómenos físicos: también son pulsaciones del alma planetaria que nos invitan a sincronizarnos con su nueva vibración.

Cuando esto ocurre, muchas personas sienten pérdida de enfoque, cansancio, desorientación o una extraña sensación de “no encajar” en el tiempo lineal. Como si el ayer hubiese ocurrido en otra vida.Y, de alguna forma, así es. Cada salto de frecuencia supone un cambio de línea temporal, un desplazamiento de nuestra conciencia a una versión más afinada de la realidad. Si te reconoces en estas sensaciones, probablemente formas parte de los sostenedores de la rejilla cristalina de la Tierra, las almas que actúan como puentes entre planos y ayudan a estabilizar la frecuencia colectiva a través de su propio cuerpo.

Tu organismo no es solo biología: es una antena viviente, una extensión del campo planetario. Por eso, cuando la Tierra cambia, tú también cambias. La fatiga, la inflamación, los cambios en el peso corporal o los síntomas difusos que no responden a causas médicas no siempre son enfermedad. A menudo son manifestaciones de tu función energética: estás transmutando densidad a través de tu materia.

Aceptar esto no significa descuidar el cuerpo, sino honrarlo como instrumento sagrado. Reconocer que tu “trabajo” no siempre es visible, pero sí real. Que sostener luz también requiere descanso, silencio y espacios de regeneración.

Estos días, las tormentas solares y los picos de radiación amplifican el flujo creativo. El Sol vuelve a su fase activa, encendiendo en nosotros el fuego de la inspiración. Es un tiempo para crear, no por obligación, sino por placer. La energía de la nueva Tierra nos enseña que el bienestar ya no se mide por productividad, sino por coherencia y gozo.

El verdadero equilibrio se alcanza cuando aprendemos a vivir en conexión con nuestro ritmo interno. Cuando el cuerpo pide pausa, el alma se expande. Cuando el alma crea, el cuerpo se repara.

En este nuevo ciclo, el descanso es medicina y el placer, una forma de espiritualidad. Crear belleza, cuidar el entorno, cocinar con calma, bailar, meditar o simplemente mirar el cielo: todo eso también es servicio. El gnosticismo antiguo lo llamaba “la obra del corazón”: vivir desde el alma en lo cotidiano. Ya no sirve la lógica del esfuerzo constante ni el culto a la superación. La Tierra está ascendiendo, y con ella, nosotros. El éxito del nuevo tiempo se mide en paz, en armonía, en autenticidad.

Gozar es sanar.
Crear es elevar la frecuencia.
Descansar también es servir.

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Pilar @serevolucion5d

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